Adorar
es el proceso de rendir nuestra vida entera en las manos de Dios. Todo
lo que hacemos puede y debería ser un acto de adoración. Dios nos diseñó
para adorarlo con nuestra vida entera, de hecho, existen hábitos
espirituales que podemos fomentar en nuestra vida y que nos ayudan a
adorar a Dios a un nivel más íntimo. Lamentablemente hemos relacionado
la adoración solo con la música y el canto (esto no quiere decir que no
debamos utilizarlos), pero tenemos a nuestra disposición una gama de
expresiones de adoración, con la que podemos expresar nuestro amor a
Dios sin caer en la monotonía.
A continuación estudiaremos diez maneras de adorar a Dios, sin utilizar la música.
1. Adorando por medio de la oración. A menudo perdemos de vista este importante componente de nuestra vida de oración. Piense en aquellos asuntos por los que generalmente ora. ¿Cuánto de su vida de oración se centra en usted y cuánto en Dios? No hay duda de que Dios quiere que le compartamos todo lo que ocurre en nuestra vida. Pero también quiere que lo conozcamos mejor. Cuando nuestras oraciones afirman quién es Dios, ponemos nuestra vida de oración en una perspectiva apropiada. Eso es exactamente la forma en que Jesús nos enseñó a orar. En el Padre Nuestro, en el Evangelio según Mateo (6.9–13), Jesús empieza la oración diciendo: «Padre Nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre». Con esta oración, Jesús nos enseña una importante lección: La oración comienza con Dios. Debemos incluir en nuestras oraciones un tiempo en el cual nos enfoquemos en quién es Dios y lo que ha hecho Dios por nosotros y adorarlo por ello.
2. Adorando con la Palabra. ¿Cómo podríamos adorar a Dios si no tenemos un claro entendimiento de quién es Él? La verdad acerca de Dios es esencial para adorar. Debemos prestar más atención al libro de los Salmos. Ningún libro en la Biblia invierte tanto tiempo describiendo cuidadosamente a la persona de Dios como éste. Podemos utilizar porciones de los Salmos adaptadas al momento para adorar a nuestro Dios.
3. Desarrollando en nuestra vida el hábito de la gratitud. (Ef. 5:20). Esto requiere que veamos el mundo a través de un par de lentes diferentes. Cuando vemos a través de los lentes de gratitud, vemos nuestra vida —y todo lo que hay en ella— como un regalo de Dios. Debemos empezar a agradecer a Dios por todo lo bueno que ha hecho en nuestra vida.
4. Postrándonos. (Salmo 95:6). Debemos empezar a entregarle a Dios áreas de nuestra vida que nunca antes le habíamos dado. Este es el corazón de la adoración: rendirse. Dios no busca 90% de nuestra vida; él lo quiere todo. Posiblemente, usted haya sido por mucho tiempo un seguidor de Jesús, pero ciertas áreas de su vida aún no se las ha entregado, las reserva solo para usted. ¿Cuáles son esas áreas? Solo usted lo sabe. Dos buenos lugares para echar un vistazo son nuestras finanzas y nuestro tiempo. Debemos mirar las áreas de nuestra vida donde invertimos más tiempo y dinero. ¿Honran a Dios?
En
el aspecto físico, postrarnos es una forma extrema de cortesía
(reverencia) y adoración. El caer delante de alguien o tenderse frente a
él o ella es una señal de reverencia suprema. Es una forma de
humillarse uno mismo para aumentar el sentido de elevación de Aquél
delante de quien nos postramos.
5. Orando y Cantando en Lenguas. (1 Cor. 14:13). Cantar
en lenguas es un vehículo para adorar a Dios, un medio para que el
Espíritu adore en nosotros. El canto en lenguas expresa sentimientos y
pensamientos. El Espíritu Santo se une a nuestro espíritu, no lo
sustituye. Se sirve de todos los recursos de nuestra naturaleza. El don
consiste en dejarse interior y exteriormente con sencillez, para que
pueda brotar este lenguaje de niño. El canto en lenguas se convierte así
en el lenguaje de la alabanza, de una alabanza integral, de todo el
ser, en la presencia de Dios.
El
canto en lenguas no es una sucesión de notas ensayadas o una melodía
compuesta. Es una irrupción espontánea, dejando a la persona en libertad
para cantar o callarse, que impulsa directamente a alabar al Señor.
Cada persona canta con su voz, bonita o no, con su propio timbre y su
estilo particular. Sin embargo, el conjunto muestra una impresionante
acción del Espíritu, que va constituyendo una unidad en la variedad de
voces y melodías. El efecto es una adoración más allá de lo medible o
expresable. Solamente si se ha experimentado se puede comprender esta
realidad.
La
mente no tiene un entendimiento natural de lo que se canta; con todo,
al mismo tiempo tiene un conocimiento intuitivo de que nuestro espíritu
está alabando y magnificando a Dios con “lenguas angélicas”.
6. Adorando con cantos espontáneos o cánticos nuevos. (Salmo 149:1). Son
cantos que brotan del corazón de forma espontánea, en un ambiente de
alabanza o de adoración acompañada de música o sin ella. (Col. 3:16). Son
cantos o himnos dados directamente por el Espíritu, y cantados
espontáneamente a medida que Él inspira tanto las palabras como la
melodía. Tales cantos suelen ser entonados en el lenguaje de la persona
que los articula.
7. Adorando con Adoración líquida. (Lucas 7:36-38). El
llanto puede ser también una respuesta legítima de alabanza a Dios. No
es el llanto que viene de la tristeza o de un corazón quebrantado, sino
el que procede de la gratitud y de la adoración de corazón. A veces
cuando meditamos sobre la grandeza y bondad de Dios, la única respuesta
apropiada a su amabilidad es derramar lágrimas de gratitud.
No
debemos temer hacer esto, pues no es una señal de debilidad. Debemos
dejar que las lágrimas fluyan. Nuestra reacción humana es a menudo
contener las lágrimas. Sin embargo, llorar puede expresar, a veces, los
deseos más profundos de nuestro ser en una forma que ninguna otra cosa
podría hacerlo. En ocasiones produce una profunda liberación.
Tampoco
es bueno darse al llanto demasiado, pues eso puede ser una señal de que
algo anda mal en nuestro interior. En tales casos, hay necesidad de
sanidad interior.
8. Danzando para el Señor. (Salmo 150:4).
No
solamente en público, sino también en nuestro tiempo a solas con Él.
Cuando danzamos en nuestro devocional privado para Jesús, tendremos la
absoluta seguridad de que lo hacemos para ministrarle a Él y no a los
hombres. En lo secreto de nuestra habitación Dios puede darnos nuevos
pasos de danza y nuevas revelaciones que se podrán incorporar a este
ministerio.
9. Levantando las manos. Levantar
las manos es una señal universal de redención o sumisión. Cuando las
alzamos delante del Señor estamos reconociendo que nos sometemos
completamente a Su voluntad y le decimos que somos suyos
incondicionalmente.
Las
personas que no están completamente rendidas a Dios tienen grandes
problemas a la hora de hacerlo, aunque aparente ser una cosa muy simple.
Se resisten firmemente a esta manera de adoración. Sin embargo, una vez
que lo hacen viene sobre ellos una gran liberación, la cual, muchas
veces les habilita para expresar alabanzas de muchas otras maneras.
“Alzad
vuestras manos al santuario y bendecid al Señor” (Sal 134:2). Es
también una señal de un anhelo profundo de adorar a Dios. “Escucha la
voz de mis súplicas, cuando clamo a ti, cuando alzo mis manos hacia tu
santo templo” (Sal 28:2). Es además simbólico de la sed espiritual que
sentimos por Dios. “Extiendo mis manos a ti; mi alma tiene sed de ti,
como una tierra sedienta” (Sal 143:6).
10. Hablando de sus poderosos hechos. (Salmo 145: 4-7).
Esta es la evidencia de un corazón enamorado. Hablamos constantemente
de aquel a quien amamos. El adorador debe dar testimonio permanente de
quien es Dios y de lo que Dios hace en la vida de los que le aman.
Conclusión:
Todas estas expresiones de adoración son válidas únicamente cuando son
expresadas con sinceridad de corazón, tal como dice en Colosenses 3:23:
“Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor…”
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